lunes, 8 de octubre de 2012

No se vende, se regala


Hoy vengo más indignada que de costumbre. No puedo evitarlo. Es leer algo sobre las condiciones del mercado de trabajo actual, y me enervo. Y con esta práctica hemos leído, y mucho.


Sé que antes había hablado del espíritu de lucha, de no dejarse vencer por la crisis… Pero es que no es la crisis lo que me da miedo; lo que me asusta de verdad es la cantidad de estereotipos que nos están echando a la espalda a los jóvenes.

Dicen en un artículo de El Mundo que “tendrán mayores opciones de obtener un empleo aquellos que estén mejor cualificados y cuenten, además, con años de experiencia a sus espaldas, además de tener habilidades para desarrollar productos o ideas innovadoras”. Les falta añadir que no puedes superar los 25 años de edad. Y es que si con esa edad no tienes tres carreras, un máster (o dos o tres) y unos 5 años de experiencia, amén de idiomas, has desperdiciado tu tiempo. ¡Ay, madre! ¿Por qué no me puse yo a trabajar en esto de la publicidad con 13 años? Alguna beca de verano, o algo así.

Sin embargo, eso no es lo peor. Si, lectores míos, hay un escenario aún peor. Has conseguido formarte a costa del dinero de tus padres, has ido sacando cursos, créditos de libre configuración y hasta has tenido tiempo para ponerte con los idiomas. Has tenido la suerte de vivir en el extranjero. Te plantas ante ese monstruo feo llamado mercado laboral con más ganas que nadie, y lo consigues. Ya tienes tu primer trabajo como becaria, ¡felicidades!

Das gracias si ves una nómina en tu cuenta a final de mes. Eres la chica (o chico) de las fotocopias, de los cafés, de los marrones que nadie quiere. Pero tú has leído en miles de informes que las carreras relacionadas con el marketing y la comunicación están en alza, sobre todo si tienes conocimientos especializados en internet y las redes sociales, y nosotros somos la generación que ha crecido con estos elementos. Además, valoramos mucho más el ambiente de trabajo que el salario. Estás trabajando gratis pero te estás formando, te dices. Estás ganando en currículum, te dicen.

Y tú te lo crees. O no, pero tragas porque no queda otra. Y la verdad es que, hasta cierto punto, lo comprendo. La estructura social influye en el mercado de trabajo, y en nuestro caso siempre se han aceptado salarios más bajos con la promesa de una mejora laboral en los años venideros. El problema viene cuando, con la excusa de una crisis que afecta a algunos más que a otros, los puestos de trabajo van pasando de un becario a otro, las empresas se lucran con trabajadores muy económicos, y al final los jóvenes vemos casi imposible acceder a un puesto de trabajo en condiciones.

 Y tras esto llega la apatía y las ganas de irnos a algún sitio donde se nos valore un poco más, porque somos “la generación que ya no sueña, la que no espera respuesta cuando manda un currículum”. Una generación que, como años atrás nuestros bisabuelos y abuelos, tiene que escoger entre un trabajo o los suyos. Historias que se repiten por todo el país. 

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